Reflexión de Jorge de Dios.
Hoy tenemos la suerte de leer al que probablemente fue uno de los jugadores más prometedores que dió la provincia de Ourense, Jorge de Dios. Varias lesiones de rodilla truncaron su carrera como futbolista. Como jugador de fútbol desempeñó su profesión en el Deportivo, y como senior en CD.Barco y Barbadas en tercera división. Este proyecto de entrenador nivel 3 actualmente se encuentra en el Juvenil A de CD Velle. Que lo disfruten, merece la pena.
"Nosotros,
deberíamos aclararle a la gente que el éxito es una excepción. Los seres
humanos habitualmente se desarrollan, combaten, se esfuerzan y ganan de vez en
cuando. Muy de vez en cuando” Marcelo Bielsa.
Me pareció
interesante recurrir a esta cita para explicar cuál es el principio básico al
que deberíamos agarrarnos como formadores. He elegido esta frase por dos
motivos. El primero es que admiro a Bielsa. Y no quiero hablar de fútbol, ni de
cómo juegan sus equipos, que por cierto, me encantan. Quiero hablar de sus
convicciones, de su ética deportiva y de su liderazgo como ciudadano, y no como
entrenador, que sin duda, es incuestionable. El segundo motivo es que creo que
la mayoría de los chavales a los que entrenamos no están habituados al fracaso
y esto no es algo innato e individual en los chicos. Principalmente, se debe a
factores externos, me refiero a sus familias, a sus formaciones académicas,
artísticas o deportivas y a hacia dónde y cómo evoluciona nuestra propia
cultura.
Volviendo al
inicio y retomando su afirmación, opino que Bielsa se refiere a un concepto que
me apasiona: la resiliencia. Ésta, es una capacidad que nos permite adaptarnos
a situaciones adversas e impredecibles donde existe la posibilidad de que se
den consecuencias negativas que no satisfagan nuestras expectativas. Desde mi perspectiva,
el formador debe potenciar una actitud resiliente en los grupos que dirige. Me
refiero a que tenemos que preparar a los niños para la derrota, para digerirla
y afrontarla de manera que el fracaso no sea visto como decepción, sino como
parte del proceso formativo. Como algo que los beneficia en su camino hacia el
entendimiento del juego del fútbol y lo más importante, en la formación de una
personalidad fuerte para afrontar con seguridad, autoestima y confianza sus
vidas.
Un equipo
resiliente sabe que puede perder. Acepta la derrota pero siempre la combate.
Mantiene vivos sus principios aunque existan atajos que proporcionen
sensaciones reconfortantes, pasajeras y engañosas. Un niño que es resiliente
quiere y sueña con ser jugador de fútbol pero sabe que es casi imposible. Lo
que lo diferencia del resto es que es consciente de la realidad y que no por
conocerla, abandona o busca excusas, no se entrena, no se esfuerza, no combate,
no respeta al que falla o no admite que otros tengan las mismas oportunidades
aunque estén menos capacitados que él. Y
para todo esto, estamos nosotros, los entrenadores de base. Para hacerles ver
que las cosas que tienen valor no se hacen por éxito o por reconocimiento
ajeno, y que lo único importante es mantener vivas nuestras convicciones y
nuestra pasión por hacer lo que nos gusta sin esperar nada a cambio.
Es importante
que como formadores, examinemos nuestros principios y valores, y que éstos no
dependan del reconocimiento, del éxito o del resultado. Que nuestra felicidad,
y en consecuencia, la felicidad de nuestros chavales no dependa de metas u
objetivos. Que su felicidad sea el fallo, la corrección y la rebeldía con la
que se combate el error. Que la felicidad no sea el alago intrascendente, la
victoria y el conformismo paralizante.
Creo que no es
algo tan sencillo como puede aparentar. Hablamos de un camino donde no vale
todo y donde es vital predicar con el ejemplo. Debemos, entre todos, ayudarlos
a entender lo que hay ahí fuera. Y de paso, si somos capaces, que aprendan algo
de nuestro juego. El fútbol.
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